Hay un cierto mito alrededor de los fundadores de startups. Parecen seres casi mágicos, dotados de una mezcla de perspicacia, liderazgo, persistencia y puede que incluso suerte.
Probablemente haya algo de estereotipo, algo de tópico y de exageración, pero lo cierto es que poner en marcha un negocio requiere una mezcla de muchas cosas entre las cuales se encuentran la visión y la persistencia para conseguirla.
La visión proporciona la idea de lo que debe ser la empresa y el primer producto o conjunto de productos que debe ofrecer.A eso sigue la tenacidad y el esfuerzo para intentar convertir esa visión en una realidad de éxito.
Steve Blank y Bob Dorf en su famoso libro ‘The startup owners’s manual‘, destacan el papel del fundador o fundadores en lo que a visión se refiere. Así, y con respecto a la visión de producto, nos dicen:’
The initial product specification comes from the founder’s vision, not the sum of a set of focus groups.
Claramente los autores desconfían de las herramientas de marketing y de investigación de mercado tradicionales en una entorno de innovación y emprendimiento. A cambio, sí parecen confiar en la visión del fundador.
Los autores parecen desconfiar a veces, incluso, de las percepciones iniciales de los clientes y siguen apostando todavía por el fundador:
At times (particularly in a new market) a founder’s vision of what can be is clearer than the vision of potential customers.
Imposible no pensar en Steve Jobs al leer esta aseveración.
No olvidemos, no obstante, que el ‘Customer Development Model‘ de Steve Blank y Bob Dorf, como tantos otros métodos de innovación, es un método iterativo de experimentación y aprendizaje. Es decir, la visión se articula en hipótesis que son contrastadas de forma experimental antes de escalar el negocio.
En ese sentido, confiar en la visión del fundador no es fe ciega. Si dicha visión está equivocada, el método proporciona herramientas que averiguarlo pronto.
Pero, equivocada o cierta, partimos de esa visión, de esa intuición primera del fundador…