Quizá, pera entender esa suerte de atención contínua a que Internet y los medios sociales no someten, esa contínua interrupción, esa falta de concentración que, en opinión de Nicholas Carr, nos conduce a la superficialidad, no baste con una visión del individuo como un sujeto en cierto modo pasivo, siendo ‘atacado’ por los medios electrónicos que lo someten a la dictadura de la atención contínua.
Leyendo a Nick Bilton, un autor que como vimos hace poco no parecía estar de acuerdo con Nicholas Carr en lo relativo al efecto negativo de Internet sobre nuestros cerebros (ver artículo ‘Consumívoros y contenido extenso o Bilton versus Carr‘ en este mismo blog), y en concreto en su libro ‘Vivo en el futuro…y esto es lo que veo‘, me encuentro una visión ligeramente diferente, una visión del individuo obsesionado, sí, pero tomando un papel activo en el consumo de la información que los medios le ofrecen.
Lo observo en una cita que el autor hace de Linda Stone, quien fuera ejecutiva de Apple y que nos dice:
«Cuando miráis compulsivamente vuestro correo, o correís desaforadamente a vuesto buzón, o abrís Facebook…no se trata sólo de que seáis obsesivos o de que tratéis de eludir el trabajo. Habéis sucumbido a algo mucho más profundo.» Y a continuación bautiza al fenómeno como «atención parcial contínua«, o mejor, «un esfuerzo por no perdernos nada«.
No me queda claro cómo podemos no tomar esto como algo casi patológico. Al fin y al cabo, no deja de exhibir rasgos obsesivos. Sin embargo, parece una característica de los ‘más adaptados’ a los nuevos medios sociales, quizá de los mejor dotados para el presente y el futuro que el mundo del conocimiento y la hiperconectividad nos traen.
Tal vez esté cambiando la forma de adquirir conocimiento y lo que antaño pudiera ser un obstáculo para absorberlo a través de la lectura y la concentración, ahora se esté convirtiendo en la mejor arma. Tal vez las habilidades cognitivas más valiososas se estén desplazando hacia la capacidad de consumir casi en paralelo, multitud de pequeños bocados de información.
Y, tal vez, la tensión subyacente, la sensación de obsesión, deriven de una todavía parcial inadaptación de nuestros hábitos y nuestras capacidades cognitivas a esos nuevos medios.