Como tantas y tantas cosas que afectan a nuestras vidas, las nuevas tecnologías tienden a conducir a posiciones discrepantes, a filias y fobias, a veces a posiciones extremas.
Por un lado nos encontramos con los más rabiosamente innovadores, los mas geeks, frikis, nerds o ‘early adopters‘ sistemáticos. Aquellos que lo prueban todo, lo adoptan todo, a veces por su verdadero interés y otras, simplemente, porque es nuevo o quizá por un cierto tecno-exhibicionismo. Estaríamos hablando, en este caso, de una cierta tecnofilia.
En el otro extremo se encuentran aquellos que se resisten a cualquier cambio y, no sólo eso, incluso tienden a ver peligros y catástrofes irreversibles ligadas a la adopción de las nuevas tecnologías. Nos desplazamos ahora hacia la posición que llamaríamos tecnofobia.
La nanotecnología, la ingeniería genética, la movilidad, la neurociencia… y tantas y tantas otras tecnologías, nos fascinan a la vez que nos asustan, llevando, quizá en los casos menos reflexivos, a uno de los dos extremos: la tecnofilia o la tecnofobia.
En su libro ‘Vivo en el futuro…y esto es lo que veo‘, Nick Bilton, que tiende a situarse más cerca de los tecnófilos, y que critica en varios momentos a los que se resisten a admitir nuevas tecnologías y/o les atribuyen todo tipo de peligros, nos lo cuenta de esta forma:
«El miedo a lo nuevo y el miedo a lo desconocido son aflicciones comunes. En el peor de los casos pueden impedir o detener la innovación. Sin embargo, lo normal es que este tipo de hipocondría tecnológica… afecte a gran parte de la población y que ésta quede dividida entre quienes, temerosos de perderse algo, enseguida se apuntan a nuevas experiencias, y aquellos cuyo miedo les hace sentirse desorientados y rezagados.«
Como tantas y tantas cosas que afectan a nuestras vidas, también aquí resulta conveniente el adecuado equilibrio.
A los más tecnoadictos, conviene recordarles que por interesantes, útiles, sugerentes y hasta hermosas que las nuevas tecnologías e innovaciones puedan resultar, no dejan de ser un medio para mejorar nuestras vidas y las de los demás, para caminar hacia una sociedad mejor. Pero, ni las tecnologías son un fin en sí mismas, ni cualquier nueva tecnología será necesariamente exitosa o útil por el hecho de ser nueva.
A los más temerosos y agoreros o, incluso, como dice Bilton, a los más tecnohipocondríacos, habría que hacerles ver que la innovación es necesaria para el progreso, que la tecnología, tomada en su conjunto, ha sido siempre beneficiosa para la humanidad y que muchas innovaciones y tecnologías han sido tachadas de catastróficas (Bilton menciona el libro o el ferrocarril, por ejemplo)…para luego acabar perfectamente integradas en la sociedad de una forma natural y ayudar al desarrollo de esa sociedad.
Al final, y como diría Horacio, el autor clásico, en tecnología, como en tantas y tantas otras cosas que afectan a nuestras vidas, la respuesta probablemente se encuentre en el equilibrios, en el «dorado término medio«.