A la mayoría de las personas les da miedo hablar en público, enfrentarse a una audiencia. Es una reacción natural que se supera con práctica y algo de técnica.
Pero perdido el miedo debe quedar el respeto, un profundo respeto.
En un mundo acelerado, donde el tiempo es un bien más que precioso, donde tantos y tantos estímulos compiten por la atención de las personas, unas cuántas de ellas decidan unirse alrededor de una única cosa: tú, tu presentación, tu mensaje. De esta forma lo expresa Nancy Duarte en su libro ‘Resonate‘:
An audience is a temporary assembly of individuals who, for an hour or so, share one thing in common: your presentation.
Impresiona pensarlo, ¿verdad? El único elemento en común de una audiencia: tú y tu presentación.
No sólo impresiona ese concitar la atención. Es que además, de alguna forma, se genera una suerte de deuda. La audiencia, tu audiencia, ha decidido invertir una parte de su precioso tiempo precisamente en ti y tu discurso.
When an audience gathers, they have given you their time, which is a precious slice of their lives. It’s your job to have them feel that the time they spent with you brought value to their lives.
Una deuda que se salda con interés, relevancia, y un regalo en forma de sentimiento o impulso a la acción y la transformación.
No es menor la deuda… pero pocas deudas se saldan con más gusto, pocas deudas, como ésta, tienen la propiedad de satisfacer tanto al que le son canceladas como al que las paga.