Asociados al mundo 2.0 tenemos una tecnología, si, pero sobre todo una cultura y unos valores. Unos valores que nos hablan de colaboración, de diálogo y de mérito. Y entre esos valores se encuentra el presunto carácter democrático de Internet, un carácter que proviene de su fácil y barato acceso (al menos en países desarrollados) y la no existencia de intermediarios, ni de grandes dificultades a la publicación de artículos, opiniones, citas, comentarios o aquello que nos apetezca.
Ya veíamos, hace unas semanas, a tenor de los comentarios sobre el libro ‘The net delusion‘ de Evgeny Morozóv cómo este pensador señalaba el uso ‘malicioso‘ de Internet por parte de regímenes autoritarios precisamente para proteger ese carácter totalitario.
Una perspectiva completamente diferente es la que nos ofrece Albert-László Barábasi en su libro ‘Linked‘. Barabási estudia internet desde el punto de vista de la teoría de redes, de grafos, de la complejidad. Y no busca en ese estudio valores sino simplemente, si es que ‘simple‘ es el calificativo adecuado, entender el comportamiento de las redes incluyendo Internet.
The hubs are the strongest argument against the utopian vision of an egalitarian cyberspace. Yes, we all have the right to put anything we wish on the Web. But will anybody notice?
Quiere decir que en Internet no todos los nodos (y un nodo puede ser nuestra página personal, nuestro blog o nuestro perfil en Twitter) son iguales en absoluto. No tiene nada que ver la interconexión de Google o Facebook, su importancia en la red, por ejemplo, con la de una modesta página personal. Google sería un hub… y nuestra página personal no. Es en ese sentido en el que Barabási afirma que Internet no es democrático.
Y es quizá en esa preferencialidad donde podamos situar el carácter democrático enlazándolo con el mérito. Dado que el acceso y la publicación son, aproximadamente, democráticos, es la lucha por esa preferencialidad la que se relacionaría con el mérito, con la calidad de los contenidos y con la capacidad individual para atraer la atención y las conexiones.
Cierto que es una lucha desigual. Cierto que algunas compañías o autores tienen mucha más facilidad para atraer la atención, pero ¿acaso consideraríamos un régimen político como antidemocrático sólo porque no somos tan populares como Lady Gaga o Justin Bieber?