Nadie puede dudar hoy en día de la importancia de Internet.
Nadie puede dudar de su impacto en los negocios y en nuestras vidas privadas, en los medios de comunicación y en la forma en que nos relacionamos.
Nadie puede dudar, en definitiva, que Internet es importante, muy importante.
Pero hacia finales del siglo XX se creó un optimismo seguramente exagerado acerca de la velocidad en que Internet cambiaría la economía…y esto condujo a la burbuja de las dotcom y su posterior estallido. Lo cierto es que la transformación económica se produjo, pero quizá no al ritmo previsto o en la forma esperada.
Ahora vivimos la efervescencia de los medios sociales y la Web 2.0, y el optimismo alcanza no sólo a lo económico sino también a lo ético, a lo político y lo social.
Los que usamos y apreciamos las nuevas herramientas sociales, creemos, o queremos creer, en los valores que se esconden tras el concepto 2.0: la colaboración, la meritocracia, la inteligencia colectiva, la honestidad…
¿Pero es esa otra burbuja? ¿Una burbuja ética y social en este caso?
Igual que nadie puede dudar de la importancia económica de Internet, tampoco parece razonable dudar de su creciente importancia social. Pero ¿a dónde se dirige este nuevo fenómeno social de la red?
Evgeny Morozov, uno de los autores más escépticos en cuanto al poder ético y político de Internet, lo expresa de esta forma en su famoso libro ‘The net delusion‘:
The internet does matter, but we simply don’t know how it matters.
¿Herramienta liberadora, opresora o neutral?
¿Hacia dónde se dirige Internet?