Es indudable que una de las ‘enfermedades’ que afectan al directivo actual es la del estrés. Y es indudable también que la existencia del estrés debe recibir una valoración global negativa. Sin embargo, esta semana he hecho una observación en vivo y en directo que me ha hecho pensar que, a pesar de esa valoración global negativa, el estrés puede tener algún pequeño efecto colateral positivo.
Se dice, de hecho, que de las experiencias más duras, más difíciles, es de las que se obtiene un mayor aprendizaje. Y quizá eso suceda también con el estrés.
Esta semana he tenido la ocasión de contemplar a un directivo con el que trabajo estrechamente, y que por ello me consta está sometido a alto estrés. Y le he contemplado en su proceso de decisión, en la forma en que tomaba opciones en situaciones variadas y complejas. Y me admiró la rapidez con que lo hacía…rapidez que no implicaba improvisación o negligencia…simplemente, se informaba muy rápidamente de los aspectos fundamentales del problema…y tomaba una decisión.
Me hago a la idea de que es una manera de hacer de la necesidad virtud. Ante la sobrecarga de trabajo, ante el estrés, y ante la gran cantidad de decisiones por tomar, el directivo tiene que destilar, purificar, reducir a su esencia el proceso de decisión. La falta de tiempo impide los análisis largos o el posponer decisiones. El directivo se ve obligado a adoptar decisiones rápidas, con cierto fundamento pero también sin todos los datos, con un cierto grado de incertidumbre.
Y esa capacidad de tomar decisiones ejecutivas, rápidas, en entornos de incertibumbre, es una cualidad fundamental del directivo. Una cualidad, que, paradójicamente, se desarrolla especialmente bien en situaciones de estrés.
A mí el estrés no me sienta nada bien, la verdad. Supongo que será porque no soy un directivo, sino un simple estudiante… Aunque entiendo por qué lo dices y tu interpretación me parece correcta y aplicable (al menos en tu ejemplo).
¡Un saludo!
No te creas, a mi tampoco me sienta bien…pero tengo que aprender a convivir con él, no me queda otra. Tampoco es la misma la situación la de un estudiante que la de un profesional en activo, ni la de un trabajador 'de a pie' que la de un directivo.
De todas formas, lo que comento en el artículo nace de una observación real, no de teorías, así que, al menos en el directivo observado debe ser más o menos cierto. El tema es si es generalizable (que creo que si).