Se dice que el tiempo todo lo cura.
Y nos referimos con ello heridas de carácter fundamentalmente emocional. Pero ese efecto curativo o atenuador que caracteriza al paso del tiempo parece aplicarse a otras situaciones… y una de ellas es la consideración sobre las tecnologías, por novedosas y disruptivas que éstas nos parezcan.
Aunque las nuevas tecnologías nos causan asombro y admiración, aunque en ocasiones también nos asustan y hacen temer un futuro distópico y quizá catastrófico, lo cierto es que nos acostumbramos a ellas, las asimilamos en nuestra forma de vivir y pensar y acabamos por no concederles la más mínima importancia.
Así ha ocurrido en el pasado desde innovaciones tan antiguas como la rueda, el fuego, la agricultura o la imprenta, hasta otras más modernas como la electricidad o el agua corriente y acabando en las más cercanas en el tiempo como la televisión, Internet, la informática o los smartphones.
A todo ello nos acostumbramos e, incluso, las nuevas generaciones que no han conocido otra cosa, lo pueden dar por supuesto.
Jerry Kaplan, en su libro ‘Artificial Intelligence. What everyone needs to know‘ nos dice:
Technologies that are sometimes greeted with concern and alarm by those living during their introduction are often accepted as commonplace and unremarkable by future generations.
Y si eso ha ocurrido en el pasado, no parecemos a estar autorizados para pensar que algo diferente va a ocurrir en el futuro.
Y si eso es así, tecnologías que nos pueden asustar, la inteligencia artificial que podría llegar a crear máquinas de pensamiento autónomo, los robots que nos podrían dejar sin empleo, o la edición genómica que nos cuestiona desde un punto de vista ético…
El futuro no está escrito, pero si hacemos caso de la experiencia del pasado, no debemos temer a las nuevas tecnologías, por disruptivas que éstas sean, por más miedo que nos produzcan…