A estas alturas del partido, ya somos muy conscientes de la importancia de los datos en la vida digitalizada actual.
Los datos
Somo conscientes de que existen muchísimos datos disponibles, entre ellos nuestros propios datos, somos conscientes de que existen potentes tecnologías (básicamente las agrupadas bajo el término Big Data) para procesar esos datos, y somos conscientes de la existencia de sofisticados algoritmos (típicamente procedentes del campo del machine learning) para extraer todo tipo de informaciones explícitas y sobre todo implícitas en esos datos y para obtener conclusiones y hacer predicciones..
Pero no sólo se pueden utilizar datos para conocer y analizar la realidad. También con base en los datos y con las plataformas digitales, se puede influir sobre personas, sobre colectivos y sobre la sociedad en general.
Influencia y manipulación basada en datos
No digo nada original a estas alturas, si hago notar, por ejemplo, el uso de información de clientes, obtenidos quizá mediante interacción con webs de comercio electrónico, para conocer sus gustos, sus preferencias, y orientar campañas tanto de marketing general como propuestas específicas y personalizas de compra.
No digo nada novedoso tampoco si hago notar como mediante condiciones de uso leoninas (y que casi nadie lee) de muchísimos canales digitales o mediante un uso no ético (y puede que tampoco legal) de la información de nuestros móviles, las diferentes empresas y canales digitales saben mucho de cada uno de nosotros.
Tampoco digo nada original si hago constar que al igual que existe un marketing comercial, existe igualmente un marketing ideológico y un marketing político que intenta vender ideas, candidatos y partidos.
El caso es que, con base en los datos obtenidos de personas (ya sean clientes o ciudadanos en general) podemos no sólo conocer a esas personas, sino también influir en sus elecciones.
Y esto es un tema delicado. No es que no se haya hecho ‘de toda la vida’. Por supuesto que antes de la explosión digital y del Big Data, las empresas intentaban conocer y segmentar a sus clientes, y los políticos conocer a su electorado potencial, mejorar la venta de sus productos o sus candidaturas. Cambia ahora, y quizá eso es lo que nos preocupa, la escala, la potencia, la eficacia… y en parte también cómo se obtiene la información sobre cada uno de nosotros, no siempre excesivamente respetuosa con la privacidad.
Un experimento sobre estados de animo
En realidad, todo lo dicho más arriba es conocido y he dudado si valía la pena escribir este post. Pero lo hago espoleado por un aspecto algo puntual pero llamativo. Y es por la constatación de lo relativamente sencillo (y añado que de lo potencialmente peligroso) que es influir ya no solo en la compra o incluso el voto, sino también en el estado de ánimo, y no de personas particulares sino de toda una sociedad.
Y me viene esa idea leyendo el librito ‘Big data: Conceptos, tecnologías y aplicaciones‘ de David Ríos Insúa y David Gómez-Ullate Oteiza.
En un pasaje del mismo, y antes de comentar el famoso escándalo de Cambridge Analytica mencionan un experimento realizado en 2022 un grupo de investigadores de Facebook (ahora Meta) y de la Cornell University. En el experimento, realizado sobre 700.000 individuos, el algoritmo que selecciona qué mensajes de amigos (o sugeridos) se muestran a los usuarios, se modificaba con un cierto filtro, de manera que a una parte de los usuarios les llegaban mensajes positivos mientras que otro le llegaban mensajes negativos. Cabe destacar que, en ambos casos, los mensajes eran absolutamente reales, de usuarios reales, amigos reales de los que los recibían, sin más manipulación que ese filtrado por positividad o negatividad.
Y el resultado fue que, aquellos usuarios que recibían mensajes negativos, emitían a su vez mensajes negativos, mientras que los que recibían mensajes positivos, tendían a emitir mensajes positivos. Es decir, de alguna forma, se había logrado influir en el estado de ánimo de las personas o al menos en el que manifestaban.
Piénsese ahora esto trasladado a estados de opinión en el ámbito político o ideológico.
Y lo que quizá asusta más, es que es muy sencillo de hacer. De hecho los autores escriben:
lo que resulta llamativo es que un ingeniero informático, modificando unas pocas líneas de código, era capaz de propagar estados de ánimo sobre una población entera.
Es para inquietarse un poco ¿no?
¿Y qué podemos hacer? El pensamiento crítico
¿Y qué se puede hacer ante esto?
Realmente, no soy del todo optimista.
A pesar de la creciente preocupación por el uso ético de los datos, a pesar del foco, en concreto, en temas como la privacidad y la no manipulación, a pesar de la existencia en Europa del Reglamento de Protección de Datos y la próxima ley de la Inteligencia Artificial así como otras iniciativas parecidas, creo que el uso no siempre ético de los datos se va a producir y los intentos de influir en todo tipo de opiniones de la población, también.
Entiendo que hay que reforzar todo lo relativo a las salvaguardas legales pero no creo que podamos confiar al 100% en su eficacia práctica. así que, como ciudadanos individuales, creo que debemos ser conscientes de que nuestros datos están expuestos y que los mensajes que recibimos, por todo tipo de medios, van a buscar la influencia de todo tipo: comercial, ideológica, política, etc.
Además, de intentar (sabiendo que nunca vamos a tener un éxito total) proteger nuestra privacidad e intimidad, debemos desarrollar ese famoso pensamiento crítico: ser conscientes de que los mensajes que recibimos pueden estar sesgados y manipulados, contrastar opiniones en medios diferentes, analizar, acceder a opiniones incluso de aquellos que somos conscientes de que no piensan como nosotros.
Pero esto se dice muy fácil y se consigue muy difícilmente. El problema es que el pensamiento crítico, aparte de a veces ambiguo, es una habilidad y una actitud. Existen técnicas específicas de pensamiento crítico pero creo que ante todo es una actitud. Y una actitud en cierto sentido elevada y cultural. Y, por tanto, difícil y lenta de adquiririr. Y muy difícil de generalizar para toda una sociedad.
Conclusiones
Aunque en el fondo ya lo sabemos, conviene insistir una y otra vez en el hecho de que hoy en día, nuestros datos están en mayor o menor media expuestos, y que son usados para conocernos (individualmente o como colectivos) y para, con base en ellos, intentar influir en nuestros comportamientos de compra, en nuestras opiniones, nuestra ideología y nuestro voto.
No es fácil responder a esto pero, de momento al menos, me quedo con la prudencia en la exposición voluntaria de nuestros datos y la búsqueda del contraste y la aplicación del pensamiento crítico.