Aunque no quiero ni oír hablar de los datos como un nuevo petróleo, lo que sí es cierto es que los datos son importantísimos. Siempre lo han sido, y mucho más ahora que existen, por un lado, una explosión cuantitativa de los mismos y, por otra, una serie de técnicas y tecnologías capaces de extraer mucho valor de ellos.
Pero, evidentemente, para que se pueda obtener valor de los datos, éstos deben estar disponibles y, a ser posible, en abundancia.
Es por esto que hace ya bastantes años. en concreto allá por 2007, es decir, hace once años, 30 visionarios definieron en Sebastopol los ocho principios de lo que se denominó Open Data y que, en esencia, lo que promueve es que aquellos que dispongan de datos, muy especialmente las administraciones públicas, cedan esos datos para su uso por empresas y particulares.
Esos apóstoles, establecieron que para que los datos compartidos por una administración puedan ser considerados abiertos (‘open data’), deben cumplir los siguientes ocho principios.
- Públicos: Se recomienda abrir todos los datos públicos
- Detallados: Publicar los datos originales con el nivel de granularidad más detallado posible
- Actualizados: Los datos deben ser puestos a disposición de los usuarios con la frecuencia necesaria para que los datos no pierdan valor
- Accesibles: Es necesario hacer accesibles los datos al mayor número de usuarios posible
- Automatizados: Los datos deben ser procesados automáticamente (sin intervención humana manual)
- Sin registro: Los datos deben estar disponibles para todo el mundo, sin necesidad de registro previo
- Abiertos: Se recomienda la utilización de formatos no propietarios
- Libres: Los datos deben ser de uso 100% libre para los usuarios
He transcrito los principios, literalmente, a partir de una figura contenida en el libro ‘Economía de los datos. Riqueza 4.0‘ dirigido por Emilio Ontiveros, aparte de por servirme de recordatorio e inspiración, porque se encuentran ya directamente traducidos.
No obstante, el lector interesado puede acceder a esos ocho principios tal y como se encuentran formulados ahora mismo en la web del Open Government Working Group de la administración norteamericana.
Aunque mi percepción es que, al menos hasta la fecha, los logros de estas iniciativas de datos abiertos son discretos, el planteamiento parece correcto y casi ético, por lo que podemos tener la esperanza, quizá sólo el deseo, de mayores desarrollos y utilidad.
Creo que para ello es preciso vencer un escollo no menor y que los principios no mencionan al menos explícitamente: la interoperabilidad o, su se prefiere, la normalización, es decir, la definición y general aceptación de unos formatos físicos de los datos y también unas gramáticas unificadas. Ese intento se me antoja en la práctica mucho, mucho más difícil de conseguir que la mera voluntad de las administraciones de compartir sus datos con arreglo a los principios del Open Data.
Lo iremos viendo.
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