El diseño de la interacción entre robots y personas, en el caso especialmente de los robots sociales, es compleja y presenta múltiples facetas donde cuenta, aparte de lo técnico, lo psicológico, lo cultural, lo antropológico, etc.
Por ello, se trata de una disciplina de estudio y experimentación en sí misma.
Relaciones Robot-personas como una interfaz de usuario
En el fondo, la relación robots personas (HRI, ‘Human-Robot Interaction‘) es un caso particular y especial, probablemente el más avanzado y complejo, de la relación de personas con computadores (HCI, ‘Human-Computer Interaction‘) o de las interfaces hombre máquina (MMI, ‘Man-Machine Interface‘) o interfaces de usuario (UI, ‘User Interface‘), ampliamente estudiados en el ámbito del diseño de sistemas informáticos donde, en los últimos tiempos, se va un poco más allá y se habla incluso de la experiencia de usuario (UX, ‘User eXperience‘).
Los principios de diseño de interfaces de usuario
Dada esa herencia entre Human-Robot Interaction y el diseño de interfaces de usuario, parece que los hallazgos y buenas prácticas que en el campo del diseño de interfaces de usuario se hayan obtenido pueden ser trasladables, al menos hasta cierto punto, al caso de interacciones con robots.
Y eso es lo que hace, precisamente, Robin R. Murphy en un punto de su libro ‘Introduction to AI robotics‘ identificando algunos principios ampliamente admitidos de buen diseño de interfaces de usuario y trasladándolos al caso de la relación de humanos con robots.
Y para ello nos referencia el libro ‘Designing the User Interface: Strategies for Effective Human-Computer Interaction‘ de Ben Shneiderman, Catherine Plaisant University, Cohen Nova, Steven Jacobs, Niklas Elmqvist y Nicholas Diakopoulos y nos explica brevemente los ocho principios de oro del diseño en él contenidos. Son estos:
- Consistencia: es decir, que las mismas acciones conduzcan a los mismos resultados o que ciertos elementos tengan siempre el mismo significado (por ejemplo, que el color rojo siempre indique una alerta). Con frecuencia, esa consistencia de la interfaz se extiende no a un único sistema sino que se convierte casi en un estándar ‘de facto’ en el diseño de interfaces, como podría ser el caso de la metáfora de las ventanas.
- Atender una usabilidad universal: habilitar el uso de la máquina, digamos el robot, por personas con diferentes ‘backgrounds’, edad o experiencia, incluyendo el tener en cuenta a personas con discapacidades.
- Ofrecer un ‘feedback‘ informativo: Esa retroalimentación ayuda al humano a permanecer en sintonía con el estado del robot. Así, un cambio de estado en el robot debería ser evidente mediante algún icono, color, gesto o locución.
- Diseño de diálogos con clausura: Lo que esta expresión, no muy explícita, quiere decir es que se diseñen las interfaces de manera que el usuario tenga a su disposición en cada momento las acciones realmente pertinentes: todas ellas pero ninguna otra que no aplique en ese momento. Esto puede ser de interés, por ejemplo, en el caso de robots con tareas que exhiben fases claramente definidas, con diferentes posibilidades cada una.
- Prevenir errores: Un principio bastante evidente, aunque implica foco y mucho trabajo por parte del diseñador. Se trata de introducir mecanismos que, en la medida de lo posible, eliminen la posibilidad de que el usuario se pueda confundir o hacer algo erróneo. Esto puede incluir desde la propia clausura del caso anterior, a forzar formatos en datos de entrada o el pedir confirmación ante ciertos tipos de acciones potencialmente dañinas o irreversibles.
- Permitir fácilmente la revocación: hablamos precisamente de reversibilidad y se correspondería al típico ‘deshacer’ que ofrecen hoy en día prácticamente todas las aplicaciones con alguna forma de edición, por ejemplo. Un concepto que, sin embargo, no es tan sencillo de conseguir en robots en la medida que éstos ejecuten tareas físicas y en el mundo físico que no siempre se pueden deshacer, o no fácilmente.
- Mantener el control: Se trata de que el humano sienta que mantiene el control de lo que hace la máquina, en este caso el robot. En ocasiones esto significa un control directo efectivo del robot pero también incluye, para robots con más autonomía, el que el usuario delegue el control basándose en que entiende perfectamente lo que el robot está haciendo y, por tanto, manteniendo esa sensación de dominar la situación.
- Reducir la sobrecarga cognitiva: En concreto, reducir al mínimo el uso de la memoria de corto plazo de las personas lo que, dicho de manera simple, significa que el humano no tenga que recordar elementos como largas series de comandos o lo que dicen pantallas diferentes.
Adicionalmente a estos ocho puntos de oro, la autora nos llama la atención también sobre intentar tener en cuenta elementos de ergonomía.
Conclusiones
Un buen diseño de los mecanismos y formas de interacción entre un humano y una máquina, es vital para conseguir su aceptación y su empleo efectivo. Dado que la efectividad de esas interfaces depende en buena medida de contemplar las capacidades cognitivas, las actitudes psicológicas y las herencias culturales de las personas, no resulta extraño que puedan existir principios comunes aplicables a diferentes máquinas y tipos de interacción.
En ese sentido, esos ocho principios que hemos visto, pensados más bien en el ámbito de sistemas de información, resultan bastante aplicables para el caso de la relación entre personas y robots.