La relación de los humanos con las máquinas está evolucionando.
La evolución de la relación humano-máquina
Y está evolucionando provocado, creo, no tanto por el cambio en el lado humano de esa relación, como por la creciente sofisticación de las capacidades relacionales de esas máquinas, con frecuencia por mor de la aplicación de cada vez más avanzadas capacidades cognitivas procedentes de la inteligencia artificial.
Y aunque acabo de decir que el cambio se produce más en el lado máquina de la relación, porque es el lado que más ha evolucionado en cuanto a capacidades, lo cierto es que, indirectamente algo, y mucho probablemente, cambia también en el lado humano de esa relación que, al final, es el que nos importa.
Cambia por evolución cultural, cambia por la percepción que tenemos de las máquinas, cambia por la abundancia de esas relaciones con las máquinas, cambia, a veces, incluso por la dependencia e impacto que en nuestras propias actitudes y capacidades cognitivas induce esa relación.
La tecnología como sustitutivo
En un libro casi clásico, ‘Alone Together: Why We Expect More from Technology and Less from Each Other‘ de Sherry Turkle, se habla de estas relaciones centrándose en dos grandes grupos de tecnologías: por un lado la robótica social y, por otra las redes sociales incluyendo como tal también la mensajería instantánea. Y se concluye en una frase casi mítica, que se recoge como subtítulo del libro que esperamos más de la tecnología y menos delos demás.
We fear the risks and disappointments of relationhip with our fellow humans. We expect more from technology and less from each other.
En cierto modo, aunque creo recordar que Turkle no emplea este término, nos habla de la tecnología como una suerte de producto sustitutivo en lo que a las relaciones humanas se refiere.
Veamos un poco más los principales mensajes de Turkle.
Esperamos más de las máquinas
Por un lado, Turkle destaca el atractivo de las máquinas, de esas máquinas con cada vez más avanzadas capacidades relacionales y con una, en realidad impostada, comprensión de las necesidades e intimidades humanas
Technology proposes itself as the architect of our intimacies
Una tecnología social, es decir, orientada a relacionarse con humanos, como pueden ser los robots sociales, los agentes conversacionales o, en cierto sentido, las redes sociales, tenderá a intentar entender y gestionar las emociones humanas, sus necesidades y sus deseos incluso los no expresados y que, en ese sentido, se pueden considerar hasta cierto punto íntimos.
Y, además, según nos dice la autora, a medida que esa tecnología, esa máquina, es más capaz de detectar nuestras debilidades, inseguridades y vulnerabilidades, y de ofrecer algún tipo de ayuda, soporte, consuelo o satisfacción, se convierte en una solución más atractiva, más seductora.
Technology is seductive when what it offers meets out human vulnerabilities
No creo, estoy seguro en realidad, de que lo que esperamos de las máquinas no es sólo, ni mucho menos, una, digamos, satisfacción emocional. También esperamos de ellas capacidad de cálculo, esperamos información, esperamos ayuda con tareas del día a día, esperamos que nos liberen de tareas arduas, esperamos automatización y eficiencia, esperamos entretenimiento, etc
Pero sí creo que en la medida que incorporen esas capacidades relacionales, y esa capacidad para gestionar emociones y necesidades, especialmente en las situaciones de vulnerabilidad emocional, el atractivo crece, la intensidad de la relación crece, la frecuencia de la relación crece… y puede que crezca la dependencia.
Esperamos menos de las personas
En el lado contrario, nuestras relaciones naturales, las relaciones con los humanos, pierden peso. A veces, simplemente, por falta de tiempo, porque dedicamos mucho de nuestro tiempo en relacionarnos con las máquinas o a través de ellas (caso de las redes sociales) y disponemos, pues, de menos espacio material para la relación con los humanos cercanos.
Y con ello, perdemos poco a poco esa relación humana. Y, en cierto sentido, y esa es la paradoja que destaca Turkle, mientras más conectados estamos, más solos nos encontramos, en realidad.
Y, sin embargo, parecemos no desear romper ese círculo. ¿Por qué? Pues, falta de tiempo aparte, por las complejidades, dificultades, exigencias y a veces decepciones que acompaña a toda relación persona-persona.
Y así, nos encontramos ante la paradoja:
we are lonely but fearful of intimacy
Solos, pero con miedo a la intimidad (con personas, se entiende)
Digital connections and the sociable robot may offer the illusion of comanionship without the demands of frendship
En nuestro ‘auxilio’, las máquinas, máquinas sociales, máquinas que parecen acompañarnos y acercarse a nosotros, comprender nuestras vulnerabilidades y que nos ‘acompañan’, pero sin exigirnos, sin complejidades, sin decepciones.
Esta es la paradoja.
Este sea, quizá, el peligro.
El salto generativo
Y todos estos razonamientos los escribía Turkle ya en 2017.
Me pregunto qué puede pasar desde ya y en un plazo de, digamos, tres años, cuando se desarrolle e implante aún más la tecnología generativa de la inteligencia artificial con su mayor transversalidad cognitiva y su salto cualitativo en cuanto al uso del lenguaje y el conocimiento en general.
En un artículo reciente, me preguntaba sobre su impacto en nuestras capacidades cognitivas, pero ahora dejo abierta la pregunta sobre su impacto en nuestras capacidades relacionales y sociales.
Conclusión. Pasión y vértigo.
Vivimos tiempos apasionantes, pero también de profundo vértigo.
Tiempos en que los cambios tecnológicos suponen una gran exigencia intelectual y laboral para estar al día, para seguirle el paso a la tecnología, para adaptarnos, para continuar siendo profesional y laboralmente relevantes.
Pero tiempos en que esos cambios nos devuelven, una y otra vez, no sólo a lo operativo, económico y profesional, sino a la necesidad de la reflexión sobre la persona, sobre el ser humano y sobre la sociedad. Sobre qué somos realmente y qué queremos ser y, en este caso, cómo nos relacionamos y cómo queremos relacionarnos, con las máquinas y, sobre todo, entre nosotros, humanos.
Tiempos que imponen pragmatismo, si, pero también reflexión humanista y decisiones éticas.
Tiempos de pasión.
Tiempos de vértigo.