La visión y la misión…
Dos elementos de la estrategia tradicional. La declaración, en una sola frase, de a qué se dedica una empresa.
Una declaración ambiciosa que, por un lado, debe orientar el pensamiento y la acción estratégicas y, por otro, motivar a los empleados a dar lo mejor, a ordenar sus esfuerzos en aras de un propósito retador y valioso.
Una declaración que, sin embargo, a fuerza de convertirse en ejercicio repetido y práctica común, puede caer, y de hecho cae con frecuencia, en un ejercicio vacuo sin efectos en la estrategia y mucho menos en la motivación. Una declaración devaluada, pues, que pierde su utilidad y su sentido.
En esa línea nos advierten Luis Huete y Javier García en su libro ‘Liderar para el bien común‘ cuando dicen:
Vemos, por desgracia empresas que abordan la formulación de un propósito como algo que debe hacerse por imagen o porque todas las empresas lo están haciendo.Y, claro, con un planteamiento reactivo el resultado suelen ser palabras bonitas, pero huecas porque no son vida de la empresa ni tampoco están siquiera de verdad en la intención de los dueños. Esa contradicción provoca un auge del cinismo y del descreimiento.
Y sin embargo, el sentido de propósito, de que nuestras acciones sirven para un bien mayor, es un elemento fundamental de la motivación y realización personales y, por ende, un factor muy importante de la motivación en el equipo que conforma una compañía.
Necesitamos recuperar misiones y visiones reales, sentidas, incardinadas en el devenir y cultura reales de la empresa.
Necesitamos sentidos de propósito verdaderos.
Y, para eso, probablemente, necesitemos más liderazgo…un liderazgo auténtico, un liderazgo también más verdadero…