A la hora de explicar la tecnología, e incluso, a la hora de nombrar tecnologías, es relativamente frecuente el uso de metáforas.
Eso es bueno y malo a un tiempo, como vamos a ver ejemplificado en el empleo de la palabra ‘wallet’ (cartera o billetera) en el ámbito de blockchain y especialmente, refiriéndonos a criptomonedas como el bitcoin.
El papel de las metáforas
Dejando aparte alguna connotación mas de tipo literario, y que tienen que ver con la sugerencia o la belleza, el uso de la metáfora en un ámbito como el de la tecnología, pudiera tener, lo tiene en algún caso, un carácter casi pedagógico. Es decir, usar una palabra que conocemos de nuestra vida cotidiana nos puede servir para entender, o al menos aproximarnos a entender, un concepto tecnológico quizá más desconocido, quizá más complejo. El uso del término ‘wallet‘ en el ámbito del blockchain, del que nos ocuparemos luego, puede ser uno de estos casos.
A veces, quizá demasiadas veces, el uso de la metáfora también tiene un cierto efecto ‘marketing’, publicitario, el hacer no sólo más próximo, sino también más atractivo un cierto producto o tecnología. El uso del término ‘robótico’ en el término ‘automatización robótica de procesos’, aun pudiendo ser considerado correcto, creo que también tiene un cierto efecto ‘marketing’, dar un baño de modernidad, casi futurismo, a una tecnología cuyas bases ya llevaban más de veinte años entre nosotros.
El uso pedagógico parece no sólo aceptable, sino muy positivo. El uso publicitario, también aceptable siempre que se haga con cierto rigor, es más fácil que nos lleve a errores y concepciones equivocadas, a veces incluso intencionadas.
Wallets, tokens y blockchain
En el mundo de blockchain, un wallet (cartera o billetera) es un software que utiliza un usuario para interactuar con la plataforma blockchain, por ejemplo, para operar con criptomonedas como el bitcoin. Lo que ve el usuario es una aplicación que le permite realizar transacciones, ver su estado ‘financiero’ (podríamos decir, ‘criptofinanciero’) y, en fin, operar de manera normal con sus criptomonedas.
Lo que ve la plataforma blockchain realmente son las claves pública y privada del usuario identificado por una dirección blockchain.
Pero no. En esa billetera, en esa cartera, no hay bitcoins. Los bitcoins no residen en los wallets. Los bitcoins residen realmente en la propia plataforma blockchain, no en la aplicación del usuario ni en su dispositivo.
Así nos lo advierte Shermin Voshmgir en su libro ‘Token Economy: How the Web3 reinvents the Internet‘ cuando dice:
Contrary to popular belief, a blockchain wallet does not store any tokens. It only stores the public-private key pairs associated with your blockchain address.
El uso del término cartera o billetera sugiere un contenedor de dinero, monedas y billetes. Y es normal, pues, que cualquier usuario no especializado, pueda pensar que sus bitcoins residen en su móvil o su PC donde tiene instalada su cartera (wallet). La metáfora es lo que nos sugiere, al fin y al cabo. Pero, en esta ocasión, la metáfora, como ocurre con cierta frecuencia, nos confunde. Bien es verdad que, en este caso, creo que es una confusión menor, que en general no lleva a un malentendido profundo, a un mal uso o a unas consecuencias negativas.
El riesgo de las metáforas
El caso que he ilustrado de las wallets blockchain creo que es relativamente inocuo. Pero no siempre las metáforas llevan a errores menores.
En el ámbito de la inteligencia artificial y la robótica, campos muy de mi interés, creo que a veces esas metáforas, o el mal entendimiento de las mismas, pueden llevar y llevan a errores, a una percepción generalizada equívoca e, incluso, a riesgo de decisiones erróneas.
Ya he tratado repetidamente, por ejemplo, las implicaciones de la antropomorfización. Ya he comentado cómo, en mi opinión, el planteamiento de una eventual fiscalidad a los robots nace, entre otras cosas, de un mal entendimiento del problema de la automatización en parte derivada de una visión humanizada de los robots y también he comentado la falacia del androide que puede llevar a tomar decisiones equivocadas en materia legal en torno a estos mismos robots.
Conclusión: el único camino posible
Ante ese riesgo de las metáforas, me gustaría pedir a fabricantes de tecnología, a consultoras, a speakers y a medios de comunicación, que fuesen cuidadosos y rigurosos en su uso. Me gustaría pedirlo y lo pido, pero sabiendo que tal petición va a caer inexorablemente en saco roto.
El único camino, creo, el único verdadero camino es, como tantas veces he dicho, el conocimiento.
Si de verdad quieres entender, aplicar, opinar o legislar sobre una tecnología, preocúpate de conocerla. No te dejes llevar por frases hechas, por discursos enlatados, por mitos y leyendas. Estúdiala, conócela y, si puedes, pruébala tu mismo.
Así serás consciente de lo que en realidad hay y, ante una metáfora, dónde acaba la pedagogía y el verdadero paralelismo y dónde empieza el marketing, la fantasía o el equívoco.