Si, como sugiere el título del artículo, este post es en realidad una continuación del anterior titulado ‘Un discurso filosófico a favor de la amistad entre robots y personas‘.
En ese artículo se explicaba el discurso del filósofo John Danaher, en defensa de la posibilidad de una amistad entre robots y personas, un discurso que analizada cuatro aspectos de la amistad, de la auténtica amistad, la amistad de virtud como define Aristóteles, a saber, mutualidad, honestidad / autenticidad y diversidad de interacciones.
El discurso de Danaher lo veo explicado por Sven Nyholm en su libro ‘Humans and Robots: Ethics, Agency, and Anthropomorphism‘.
Pues bien, el propio Sven Nyholm, a pesar de expresar abiertamente su admiración por la hábil exposición de Danaher, muestra sus reservas en cuanto a sus argumentos y, por tanto, en cuanto a la posibilidad de una verdadera amistad entre robots y personas.
¿Qué expone Nyholm?
La contra-argumentación de Sven Nyholm
En primer lugar arguye que con respecto a la cualidad de igualdad, ésta, con respecto a lo que la amistad se refiere, no se refiere tanto a poder y capacidades, que es en lo que se centra Danaher, sino en cuanto a prestigio y estatus moral. Y, así entendida la igualdad, Nyholm entiende que nunca puede existir igualdad entre robots y personas, puesto que el estatus moral de un robot no debería ser nunca igual al de una persona.
En lo relativo a la diversidad de interacciones, Nyholm entiende que lo realmente diferencial para una amistad no es tanto la interacción en circunstancias muy diversas, que es lo que se centra Danaher sino la disposición para interactuar, para prestar su ayuda en cualquier circunstancia. Aunque no veo que Nyholm lo exprese claramente, esta argumentación parece dejar implícita la idea de que los robots están preparados solo para interactuar en ciertas circunstancias pero no tienen esa disposición para prestar su ayuda cuando se les necesite, en cualquier circunstancia.
En cuanto a lo que quizá sea la argumentación más original y desafiante de Danaher, el ‘behaviorismo ético‘, al hecho de que sólo podemos juzgar las intenciones y actitudes de los amigos a través de sus comportamientos, algo que los robots pueden emular, Nyholm afirma que, en el fondo, y aunque lo que se vea sean comportamientos, lo que valoramos realmente en el amigo son su mundo interior y sus actitudes reales.
Más que decir
Y creo que con esto, con la revisión de la posición de Danaher y la valoración de Nyholm, no queda agotado, ni mucho menos, el debate ético sobre esa eventual amistad entre robots y personas, así que, seguro, volveré de nuevo a este tema.