El brainstorming es quizá una de las herramientas más conocidas para la ideación, para esa fase inicial divergente de la creatividad en que lo importante es generar muchas ideas, cuantas más mejor, para luego trabajar sobre ellas.
Es tan popular que casi, casi se ha incorporado al lenguaje de la calle.
Conocemos la técnica (más o menos) y la damos por buena. pero ¿es realmente tan útil? Bueno, hay mucha gente y muchos expertos que dirían que sí, pero también hay alguna voz discordante, que visualiza riesgos en la aplicación de esta técnica.
En concreto, leyendo el libro ‘Strategic Management of Technological Innovation‘ de Melissa A. Schilling, veo que la autora cita algunos estudios según los cuales la supuesta fertilización cruzada de ideas que se produce en el brainstorming tiende a dar como resultado consensos mediocres, más que emocionantes nuevas ideas. Tres son las razones que parecen explicar esos resultados:
- Miedo a ser juzgado: aunque en la práctica del brainstorming explícitamente se indica a los participantes que se desinhiban al proponer ideas y que no juzgen las de los demás, parece que a pesar de todo se impone una cierta auto-censura y muchas buenas ideas no ven la luz por miedo a ser juzgados negativamente por los otros participantes.
- Bloqueo de la producción de ideas: de forma un tanto sorprendente, el trabajar en grupo puede bloquear la generación de ideas por asuntos tan simples como que, al tener que esperar el turno para expresarlas, simplemente, se olvidan. Además, el escuchar las ideas de otros se tiende a desviar el propio curso de pensamiento hacia esas ideas abandonando el propio. También se producen dinámicas en que las personas más extrovertidas y dominantes tienden a eclipsar las aportaciones de otros.
- La factibilidad supera a la originalidad: esta problemática afecta no tanto a la generación de ideas sino a la selección posterior. Según los estudios aportados, parece que tendemos a ser prudentes y dar mucho peso a la factibilidad práctica de las ideas y eso actúa en contra de la innovación, de las ideas más originales y divergentes.
Unas razones que nos previenen frente al brainstorming y que, como vemos, son razonables y fáciles de entender. Probablemente, incluso, coinciden con nuestra experiencia práctica en la participación en grupos donde se aplica esta técnica. Se basan además en unos estudios que no son especialmente novedosos (algunos tienen varios años). Y, sin embargo, parece que el brainstorming sigue siendo la técnica reina de la creatividad.
Supongo que tampoco cabe descalificarla. Hay que conocer que no es perfecta, intentar minimizar los riesgos mencionados y, probablemente, complementarla o sustituirla, según el caso, por otras técnicas
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