Hay una tensión inherente entre el análisis y la velocidad cuando hablamos de la toma de decisiones.
Un exceso de análisis conduce a la decisión tardía con lo que pueden perderse oportunidades de negocio, o bien, convertirse en problemas riesgos que podíamos haber evitado de haber estado algo más ágiles en nuestro proceso decisorio.
Por el contrario, la obsesión por la velocidad en la decisión y una a veces mal entendida ‘ejecutividad’. lleva a tomar decisiones precipitadas sin el más mínimo análisis aunque exista información disponible y método viable para realizar dicho análisis.
En concreto, cada vez observo con más frecuencia el segundo patrón extremo, el de la precipitación.
Por eso me resulta tan pertinente y atractivo el concepto de último momento responsable usado en metodología Lean. Tal y como nos lo explican Carmen Lasa, Alonso Álvarez y Rafael de las Heras, en su libro ‘Métodos Ágiles. Scrum, Kanban, Lean‘:
pretende transmitir [es] que se debe aprender e investigar todo lo posible antes de tomar una decisión que afecte al producto. Pero esa decisión debe tomarse en el momento justo, no más tarde. En definitiva, huir del exceso de análisis que pueda paralizar al equipo […], pero también de la toma de decisiones de forma precipitada.
Pues eso.